viernes, 20 de marzo de 2009

EL EJERCICIO, LA MEJOR RECETA

Salud, nutricion y actividad física


Las ganas de vivir, el afán de superación y la fuerza de voluntad hacen posible que ciertas patologías graves no sean un obstáculo para que muchos pacientes logren retos deportivos impensables incluso para gente completamente sana. Su ejemplo supone una inyección de moral para casos similares

Mario dice que gana sus competiciones porque va trucado como las motos: hace 12 años le trasplantaron el corazón. A Patxi le injertaron dos pulmones nuevos que ahora le permiten subir a las cotas más altas y emprender todo tipo de viajes de aventura, Adrián tiene sólo siete años y no se acuerda de que el corazón que late ahora en su pecho no es el mismo que el que llevaba cuando nació, pero sí tiene claro que quiere nadar, jugar al fútbol y ganar muchas medallas. Iosu ha agudizado el ingenio para que su diabetes agresiva no le dejase inútil para el montañismo, su pasión desde que tenía 17 años.

Todos se han propuesto seguir viviendo a pesar de sus males de salud; pero no sólo eso. Quieren afrontar cualquier reto que se les presente en esta nueva etapa, que consideran un regalo. Por otra parte, quieren servir de ejemplo para que el resto de la sociedad y las familias de muchos pacientes se conciencien de una vez por todas de que los términos enfermedad e incapacidad deben ir alejándose progresivamente con la colaboración de todos y, por supuesto, con el tesón y la fuerza de voluntad de los propios afectados.

Hace un mes y medio escaso el mundo entero se quedaba atónito ante una de las hazañas deportivas más llamativas de los últimos tiempos. La corredora británica Paula Radcliffe se proclamaba clara vencedora del famoso Maratón de Nueva York (EEUU).

El motivo de la sorpresa general no era únicamente que la atleta llevase dos años sin competir a ese nivel, sino que decidió disputar la dura prueba después de haber dado a luz a su hija Isla en enero, tras haber cumplido a rajatabla un plan de entrenamiento que incluía ejercicios en el gimnasio y carrera diaria en sesiones de mañana y tarde.

Gete Wami, -la etíope que cruzó la línea de meta 23 segundos después que Radcliffe, que fue la única capaz de aguantar el fuerte ritmo impuesto por la británica desde el inicio de los 42 kilómetros de recorrido y que venía de ganar el Maratón de Berlín hacía 35 días-, también fue mamá hace cuatro años, de manera que habla con conocimiento de causa.

«Estoy realmente impresionada de que Paula pudiera seguir entrenándose a ese nivel durante la gestación y todavía más impresionada de que haya recuperado su excelente forma física y haya ganado» admitía sinceramente después de la dura prueba.

Gestas como las de la maratoniana -considerada por muchos como la mejor de todos los tiempos en esta especialidad- dejan con la boca abierta a los aficionados, tanto o más que los logros de David Meca en natación (he llevado a cabo pruebas que los especialistas consideraban irrealizables para un ser humano) o de los de Lance Amstrong en ciclismo, un verdadero titán sobre la bicicleta después de superar un cáncer.

PROEZAS ANÓNIMAS

No obstante, existe un número creciente de individuos, no tan famosos, capaces de alcanzar metas deportivas tan importantes o más que las que logran los deportistas de élite. Se trata de personas que conviven con una patología crónica, que han superado una enfermedad grave o están luchando contra ella o que han sufrido una intervención quirúrgica de la envergadura de un trasplante.

SALUD ha hablado con cuatro de estos héroes. Aunque se muestran orgullosos de sus trofeos y de sus méritos, a ninguno le gusta este término, que suelen considerar exagerado y contraproducente.

«No se trata de convencer a la sociedad de que somos gente absolutamente normal porque no es del todo cierto, pero queremos transmitir la idea de que con una mentalidad positiva, ganas de vivir y fuerza de voluntad, el deporte y la actividad física pueden convertirse en un aliado fundamental de pacientes que, de otro modo, hubieran empeorado o habrían tenido una pésima calidad de vida», resume Iosu Feijoo, un diabético tipo 1 que se ha convertido en un referente dentro del mundo del alpinismo debido a sus logros en la escalada de alta montaña y otras expediciones especialmente duras.

Por otra parte, con su ejemplo, quieren transmitir esperanza a los enfermos que, como ellos, se enfrentan a etapas críticas de su dolencia (lista de espera de un trasplante, por ejemplo), que se desaniman o que piensan que sus trastornos supondrán, inevitablemente, una serie de limitaciones que les obligarán a llevar una existencia incompleta.

«Cuando coroné la cima del Breithorn [una montaña de 4.000 metros] pensé en lo que había sido mi vida; en que antes de que me trasplantaran ambos pulmones había tenido apenas un 19% de capacidad respiratoria y me sentí especialmente dichoso porque me encontraba en un entorno privilegiado, disfrutando de una paisaje impresionante que la mayoría de la gente no podrá ver jamás», explica Patxi Irigoyen, un navarro que esperaba unos pulmones nuevos para poder dar un giro radical a su vida.

«Ahora aprovecho cada minuto porque estoy contentísimo de estar vivo; esto [los nuevos órganos] es un regalo y hay que estar agradecido; hay que concienciarse de que después de la intervención dejas de ser una persona enferma y aunque tengas que adoptar ciertas precauciones [evitar infecciones, tomar medicación para evitar el rechazo...] puedes llevar una vida plena», concluye.

Y es que no es extraño que otros pacientes en situaciones similares caigan en la depresión o se impongan una serie de barreras en sus vidas cotidianas por temor a empeorar. «Los médicos te aconsejan ser prudente, pero te animan a que lleves una vida lo más normal posible porque eso ayuda a recuperarse más deprisa», concluyen.

MARIO MENÉNDEZ